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Un Estudio Exegético de la Epístola a los Romanos 8:26-27

Introducción

El presente trabajo, haciendo uso de las herramientas exegéticas, pretende sostener que Romanos 8:26-27 expone la obra intercesora del Espíritu Santo en el gemir del creyente por su debilidad, y evidenciar claramente que ese gemir que algunos sostienen que es del Espíritu pertenece realmente al creyente. Se espera alcanzar el objetivo del mismo al final de este escrito, dando aplicaciones consoladoras que pertenecen a todos los que han puesto su fe en Cristo como Señor y Salvador.

I. Aspectos generales

La epístola a los Romanos es una de las trece cartas escritas por el apóstol Pablo (Rom. 1:1) y la más extensa en el Nuevo Testamento. Pero esta carta no fue escrita directamente por el propio apóstol, sino que su amanuense, Tercio (16:22), fue el que escribía mientras Pablo le dictaba las palabras.
El libro de los Hechos de los Apóstoles relata que el apóstol Pablo hizo tres viajes misioneros (Hch. 13-21), que ayudan a conocer el posible lugar desde donde fue escrita esta carta. John MacArthur comenta que, el apóstol fue a la ciudad de Corinto durante su tercer viaje misionero, y fue probablemente durante esa estadía en Corinto que tuvo el propósito inmediato de recolectar otra ofrenda para los creyentes necesitados de Palestina (Ro. 15:26), y desde allí escribió la carta dirigida a la iglesia en Roma. La fecha de composición para cuando el apóstol se encontraba escribiendo esta carta era el año 58 d.C., justo antes de que saliera con rumbo a Jerusalén (Ro. 15:25), para llegar antes de la Pascua.
El apóstol no conocía a esta iglesia personalmente, ya que el mismo expresa su deseo de muchas veces querer visitarlos pero que no había podido hasta aquél momento (1:8-13), más bien, como Ulrich Wilkens expresa, con su carta estableció el primer contacto con los cristianos en Roma. Aún más, esta comunidad de creyentes no había recibido el beneficio de la predicación y la enseñanza de los apóstoles, y esa era la deficiencia que Pablo quería remediar por medio de su visita para tener un tiempo de instrucción y ánimo en la fe.
Esta iglesia en Roma estaba formada por judíos y gentiles, y estos últimos se habían convertido recientemente en el grupo mayoritario. El apóstol asume el predominio gentil en el cap. 1:6, 15:15-16, 11:13-25. No obstante el apóstol da también pruebas de tener en mente a los cristianos de origen judío en el cap. 16 dirigiéndose a varios de sus parientes (v.7, 11) y a Priscila y Aquila que eran judíos (v. 3-4), pero aunque se ve esta variedad, se concluye que en su mayoría eran gentiles los miembros de la iglesia en Roma.
Pero surge la pregunta de cómo esta iglesia fue formada, ya que el Nuevo Testamento no da referencias explícitas de cómo sucedió. Ante ello, Keener responde, que muchos de los fundadores fueron judíos cristianos (Hch. 2:10). Pero en algún momento en el año 40 d.C., el emperador Claudio, expulsó de Roma a la comunidad judía, por lo que sólo la comunidad cristiana gentil quedó por muchos años en Roma hasta la muerte de Claudio, cuando su edicto quedó automáticamente anulado. Para el año 54 d.C. Nerón derogó el decreto de Claudio, de manera que los judíos pudieron volver a Roma y residir nuevamente allí, lo cual trajo como consecuencias que algunos cristianos de origen judío se encontraran con una iglesia libre de cualquier atadura a las tradiciones, que resultaron conflictivas para quienes tenían una conciencia histórica sensible a sus costumbres. Esto último se puede evidenciar en la lista de judíos a quienes Pablo saluda en el cap. 16 y en cuanto a la situación problemática en el cap. 14.
La epístola a los Romanos, es única en su clase a diferencia de otras cartas escritas por el mismo autor, ya que las situaciones que estaba pasando en la iglesia de Roma no se ven por toda la carta como es el caso de 1 y 2 Corintios u otras más. Al respecto, Douglas Moo expresa que, Pablo no parece estar tratando cuestiones y problemas que le hayan sido presentados por la iglesia, sino exponiendo un argumento que se desarrolla por su propia inercia. El mismo autor sostiene que, el cuerpo de Romanos tiene la forma de un tratado o ensayo, que en otras palabras, es un documento teológico hasta la médula, pero no se trata de un ensayo de teología sistemática, sino de un escrito de carácter circunstancial. Esto es lo que hace especial y única a esta carta, aunque no se expresan las ideas de Pablo exhortando a los creyentes por sus situaciones, él da un tratado teológico que es el evangelio y a la vez la vida misma de toda iglesia, fuera en Roma, Éfeso, Corinto, Galacia, Creta u otra.
Al realizar una lectura de la carta, se puede dividirla en seis partes, del cual el Comentario Bíblico con Aplicación NVI, propone un bosquejo útil, de la siguiente manera:

 

I. Introducción de la carta (1:1-17)

 

II. La esencia del Evangelio: Justificación por la fe (1:18-4:25)

 

III. La certeza que proporciona el Evangelio: la esperanza de la salvación (5:1-8:39)

 

IV. La defensa del Evangelio: el problema de Israel (9:1-11:36)

 

V. El poder transformador del Evangelio: la conducta cristiana (12:1-15:13)

 

VI. Despedida de la carta (15:14-16:27)

La perícopa que se ha seleccionado en este trabajo exegético se encuentra en la tercera parte de la carta, en el último capítulo de esa sección, la cual está llena de imperativos de la obra de santificación del Espíritu Santo en el creyente.
Es interesante que Pablo escribiera este capítulo que seguramente fue de consuelo y ánimo a los creyentes de Roma, ya que Pablo expresa que ellos están en Cristo (v.1), lo cual ha traído la liberación de la esclavitud del pecado y de la muerte (v.2). Lo anterior Dios lo ha hecho posible, no por la ley sino por la obra de Cristo y ahora ellos pueden agradar realmente a Dios (v.3-8). Ellos como nuevas criaturas viven en el Espíritu, el cual los guía a la lucha contra el pecado remanente y los lleva a clamar a Dios como su padre anhelando la pronta redención y les da testimonio de que son hijos de Dios, por lo cual también coherederos con Cristo y prontamente serán transformados a la imagen de Él (v.9-17).
En los siguientes versos (v.18-27), precisamente Pablo describe que la creación misma gime (v. 22) por la redención de los hijos de Dios, los cuales gimen también (v. 23) por salir de este mundo perverso como lo era la ciudad de Roma y todas ciudades de todos los tiempos.
Los versos 26-27 ha explicar aquí, tienen mucha relación con lo que ya se ha tratado anteriormente. Por un lado, los judíos creyentes recién llegados a Roma se encontraron con una iglesia libre de tradiciones como las que tenían y eso estaba afectando el estilo de vida que traían, lo cual los llevaba a una lucha interna y a un anhelo de liberación de este mundo para encontrarse con su Señor. Por otro lado, los gentiles creyentes al encontrarse en la capital del imperio romano y con el estilo de vida corrupto de la sociedad, anhelaban la redención de su Señor. Ambos grupos al leer el texto, podían confiar en el Espíritu Santo que los ayudaba en su debilidad, porque no sabían orar convenientemente, pero el Espíritu intercedía por ellos en medio de su gemir. De manera que Dios Padre quien escudriña los corazones del creyente que gime conoce la intención del Espíritu que es conforme a la voluntad del Padre, lo cual se explicará en la siguiente sección.
Por último, en los versos finales (28-39), el apóstol finaliza casi como empezó, todos los que están en Cristo no podrán definitivamente ser separados del amor de Cristo.

II. Exégesis secuencial de la perícopa: Rom. 8:26-27

A. Comentario del versículo 26: El sostenimiento del Espíritu Santo en la debilidad del creyente.
Después de haber descrito la obra del Espíritu Santo en el creyente, llevándolo a una guerra santa contra el pecado, dando testimonio al creyente de que es hijo de Dios lo cual trae que el clame a Dios como su Padre, lo transforma de tal manera que el creyente ahora gime anhelando su redención.
Ahora en el v. 26, el apóstol describe que es el Espíritu Santo quien ayuda en su debilidad al hijo de Dios. Esta debilidad, como Hendriksen comenta, se refiere a nuestras limitaciones humanas debidas al pecado. Esto se confirma en lo que Pablo ya ha venido diciendo hasta este verso, la lucha en la cual se encuentra el creyente contra el pecado y el mundo caído en el que se encuentra anhelando la redención, pero también la flaqueza consiste en como continúa diciendo en el mismo verso, en ‘qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos’.
Es interesante notar que el apóstol Pablo, se incluyera en esta afirmación, ‘qué hemos de pedir’. Pablo al igual que los creyentes romanos, reconoce su debilidad y anhelo de ser redimido y estar con su Señor. Esto no es extraño, porque también se puede notar en la carta que escribió el apóstol a los filipenses: de ambas cosas estoy en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros (Fil. 1:23-24). Pablo aquí manifiesta su deseo de estar con Cristo, pero a la vez la necesidad de estar con los creyentes en su labor apostólica aun cuando siga en este mundo caído.
Este es el deseo de todo creyente verdadero, la cual se podría llamar una paradoja, porque a la vez que reconoce donde es el mejor lugar para estar, decide quedarse en donde está por amor a sus hermanos.
Pablo continúa su idea afirmando que el Espíritu Santo ayuda al creyente débil expresando que lo hace intercediendo por el cristiano con gemidos indecibles. La palabra ‘gemir’ aquí es la palabra griega ‘στεναγμοις’, la cual significa ‘suspirar o gemir’. Según el Diccionario Exegético del N.T., Pablo emplea la misma palabra griega en el v.23 como vigorosa imagen para expresar el abatimiento y la impotente irritación de su pueblo por la actual situación de sufrimiento en que se encuentra. Esta palabra no sólo se aplica al creyente, sino que Pablo le da también un uso simbólico al decir que la creación gime por ser redimida.
Esta palabra y el quién la realiza ha sido el punto de debate entre muchos teólogos. Balz y Schneider se apegan a que hay una glosolalia, en el que después de la creación y el creyente gemir en el verso 23, se menciona como tercer suspiro o gemir el del Espíritu mismo. Por otro lado, John MacArthur atribuye los gemidos al Espíritu Santo también, pero entendiéndolo de una manera distinta, en la cual estos gemidos representan lo que podría llamarse ‘‘comunicación intra-trinitaria’’, articulaciones divinas por parte del Espíritu Santo y dirigidas al Padre. Pero surgen problemas al entenderlo de esa manera, porque el Espíritu Santo no tiene ninguna razón para gemir necesitando liberación de este mundo perverso como si cargara de pecado como lo hace el creyente y de manera simbólica la creación. Ni tampoco él no sabe que pedir a Dios como conviene, sino que conoce perfectamente la voluntad de Dios como lo declara el v. 27.
Ante estas cuestiones anteriores, teólogo, pastor y escritor John Piper da algunas razones contextuales demostrando lo contrario:

 

1. El Espíritu Santo no tiene razones para gemir. Aquellos gemidos son por la debilidad del creyente y debido a la ignorancia de no saber que pedir como conviene.

 

2. El Espíritu no gime, sino que ‘intercede con gemido’’, los cuales dan a entender que son del creyente.

 

3. Dios quien escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu Santo, precisamente Dios Padre escudriña el corazón porque el creyente gime.

 

4. En el v.15 y 16 el creyente clama a Dios como su Padre, porque el Espíritu Santo da testimonio de que es hijo de Dios de manera que el creyente clama a Dios. El Espíritu Santo crea significado en los gemidos indecibles.

En el v.23 igualmente la creación gime, el creyente gime anhelando redención y en el v.26 vuelve a ser lo mismo.
Es importante la atención a la palabra ‘pero’, porque Pablo está declarando que el creyente está en debilidad por causa del pecado y también por la razón de que no sabe pedir lo que es conveniente para su vida, de manera que, en contraposición es el Espíritu Santo quien lo ayuda en su debilidad llevándolo a gemir, pero siendo Él quien intercede a Dios Padre pidiendo conforme a su voluntad.
La propuesta anterior es posible, porque es el Espíritu Santo quién, como lo describe Matthew Henry, dicta nuestras peticiones, las indaga y redacta nuestra súplica intercediendo por nosotros. Esto se ve en dos ejemplos de oración del A.T., la oración de Ana (1 Sam. 1:13) y la oración de Moisés (Ex. 14:15), ambos sin articular palabras sino simplemente clamando y gimiendo a Dios, sus oraciones fueron contestadas y guiadas a Dios por la asistencia del Espíritu Santo quien ayuda y sostiene al creyente. Esto está en consonancia con el mismo capítulo del libro, porque aquí en este verso se ve que es el Espíritu quien intercede por el creyente en su clamor, no en la manera que Cristo lo hace, sino que los guía en sus oraciones para pedir conforme a la voluntad de Dios, y en los versos 34-35 es el Hijo quien intercede por el cristiano al Padre.
La postura anterior es también respaldada por el reconocido pastor bautista particular John Gill, quien escribe, no es que el Espíritu de Dios gima, sino que suscita gemidos en los santos, que suponen una carga para ellos, y su sentido de la misma: y se dice que son indecibles; santos, bajo su influencia, orando en silencio, y sin embargo muy ardiente y fervientemente. Y esto, por la grandiosa guía y ayuda del Espíritu Santo al creyente en su ignorancia de corazón y debilidad.
Por último, el gran reformador Juan Calvino también sostuvo que este texto no quiere decir que el Espíritu Santo humillándose ore o guíe, sino que pone en el espíritu el deseo de cuanto fuere necesario sentir y pedir, porque conmueve de tal modo el corazón que las oraciones lleguen al cielo. Pablo ha dicho todo esto para atribuirlo todo a la gracia del Espíritu.
Hasta aquí se ha intentado exponer que no es el Espíritu Santo quien gime y se humilla, sino que como se ha evidenciado por las autoridades bíblicas del pasado y contemporáneas, es el creyente quien gime impulsado por el Espíritu, de manera que Dios lo ayuda en su debilidad escribiendo sus oraciones y llevándolas a Dios el Padre.

B. Comentario del versículo 27: La intercesión del Espíritu por el creyente.
En este verso, el apóstol declara que al creyente ser sostenido por el Espíritu Santo en su debilidad, Dios escudriña el corazón del cristiano conociendo la intención del Espíritu Santo que ayuda y ha escrito las oraciones del hijo de Dios de manera que pida conforme a la voluntad de Dios.
Aparentemente puede ser confuso esta sección del pasaje sobre quién ora a quién, pero aquí se puede ver la grandiosa obra intra-trinitaria, porque es el Espíritu de Dios quien lleva la oración del creyente de lo que realmente necesita a Dios el Padre. Como ya se ha dicho, este capítulo está lleno de indicativos, y la verdad es esta, el creyente es el receptor de la gracia inmerecida de Dios quien lo sostiene en su debilidad, porque es el Espíritu quién conoce la voluntad de Dios y conforme a ella intercede por los santos.
La palabra ‘interceder’ aquí, es la palabra griega ‘εντυγχανει’ que significa intervenir (en favor de alguien). Según el Comentario Exegético del N.T., en este verso el Espíritu Santo aparece como intercesor ante Dios en favor de los santos, y es únicamente aquí en el N.T. El uso normal en todo el Nuevo Testamento es la obra intercesora de Cristo ante el Padre (Heb. 7:21, 24-25; Rom. 8:34-35, etc.), pero aquí ante la obra del Espíritu que se demuestra en toda la Escritura se puede llegar a la conclusión de que la intercesión es aún una obra trinitaria, el Hijo ciertamente intercede por los creyentes al Padre, pero el Espíritu que habita en el cristiano también intercede por ellos sosteniéndolos en sus debilidades e ignorancia en oración para pedir conforme a la voluntad de Dios por ellos, impulsándolos a gemir anhelando su pronta redención.

III. Aplicación Teológica

Es muy claro la evidencia bíblica ante cómo el creyente es realmente amado por Dios, que es objeto total de la misericordia de Dios, de manera que Él ha puesto su Espíritu Santo en el creyente como Consolador para sostenerlo en medio de su debilidad.

Es cierto y la realidad de toda persona, aún del que lee este escrito, que las luchas que se afronta en este mundo lo lleva al hijo de Dios a odiar más el sistema del mundo que se revela contra Dios, pero también a la desesperación de querer ser llevado por su Señor y redimido por Él para estar por siempre a su lado por la eternidad. Pero en medio de esta situación angustiante como nueva criatura y ciudadano de una ciudad celestial es que el Espíritu intercede por Él, redactando, cambiando y transformando sus oraciones haciéndolas conforme a la voluntad de Dios mientras el creyente gime anhelando ser redimido por su Dios.

Esto es un indicativo consolador que experimentará todo cristiano y sobre el cual puede descansar todos sus días, mientras su Señor pronto viene por todos sus hijos.

Conclusión

Como se ha mencionado en el principio, la obra intercesora del Espíritu Santo en el gemir del creyente por su debilidad se ha podido evidenciar hasta aquí de manera satisfactoria, lo cual se espera que pueda ser comprendido de igual manera por todo lector.

El creyente hoy tiene una gran bendición de Dios la cual es mencionada al inicio del capítulo 8 de la epístola a los Romanos, el cristiano está en Cristo y porque está en Él, nada lo podrá separar de su amor, y el Espíritu Santo que habita dentro del hijo de Dios lo está transformando cada vez más de manera que aún en la debilidad lo sostiene e intercede por el santo para hacerlo cada vez más a la imagen de Cristo.

 

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