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Juan el bautista


Transcripción

A veces me gusta atormentar a mis estudiantes del seminario haciéndoles una pregunta que tiende a producir cierta distracción. Les pregunto, «En tu opinión, ¿quién dirías que es el mayor profeta del Antiguo Testamento?». Y eso usualmente da inicio a un debate. Algunos dicen Elías, por allí dicen Jeremías, otros dicen Isaías y todos mencionan a su favorito. Luego yo digo: «Bueno, creo que el profeta más importante en el Antiguo Testamento es Juan el Bautista». Y entonces me miran con consternación y dicen, «Bueno, pero ¿cómo es eso? Juan el Bautista está en el Nuevo Testamento». Y les digo, «Sí, Juan el Bautista es mencionado y registrado en las páginas del libro llamado Nuevo Testamento, pero en términos de la historia Redentora pertenece al período del Antiguo Testamento; es decir, a ese período en la historia redentora donde todos los procesos del antiguo pacto aún están vigentes». 

Jesús dice que la ley y los profetas gobernaron hasta Juan, y esa pequeña palabra «hasta», significa «hasta e incluyendo» a Juan. Y Jesús también dijo de Juan el Bautista, «Entre los nacidos de mujer, no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista». Pero, Él dijo, «el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que Juan». Esa es una declaración bastante enigmática. ¿Está Jesús diciendo, por ejemplo, que yo soy mayor que Juan el Bautista? Yo ciertamente califico para ser el más pequeño del Reino, así que, si soy el más pequeño en el reino, eso debe hacerme mayor que Juan el Bautista. Lo que Jesús está diciendo obviamente es que Juan aún pertenece a ese período de preparación para el avance del reino de Dios. Pero cualquiera que vive de este lado del reino venidero de Cristo disfruta de un estado de mayor bendición y felicidad que cualquiera de los personajes en el Antiguo Testamento. 

Ahora, tengo decir que de todos los personajes que encontramos en las páginas del Nuevo Testamento, quizás la figura más subestimada es la figura de Juan el Bautista. Y realmente no entiendo por qué es que los cristianos de hoy le dan tan poca importancia a este hombre, particularmente a la luz del grado de atención que se le da en las páginas del Nuevo Testamento. Es interesante para mí, que, en los cuatro Evangelios, solo dos de los cuatro evangelios nos hablan acerca del nacimiento de Jesús. Cada uno de los cuatro Evangelios empieza comunicando algo sobre Juan el Bautista. Tradicionalmente, los estudiosos han argumentado que el primer evangelio escrito fue el evangelio de Marcos. Y Marcos, curiosamente, no nos da información sobre el nacimiento de Jesús, sino que empieza su evangelio con estas palabras, «Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías». 

Así es como inicia Marcos su evangelio; él dice: «Principio del evangelio de Jesucristo», y luego lo siguiente que Juan dice es: «Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí Yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino. Voz del que clama en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, haced derechas sus sendas’». Luego, justo en la siguiente línea leemos, «Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados». Y luego, lo que sigue es una breve descripción y recuento del ministerio de Juan. Para mí es significativo que Marcos inicie su evangelio presentando a Juan; y, en el evangelio de Lucas leemos de la anunciación del ángel Gabriel a Zacarías, el padre de Juan. Ahora, ¿por qué es que el Nuevo Testamento dedica tantas palabras y le da tanta importancia a Juan el Bautista?

También es interesante, para mí al menos, que si lees los historiadores seculares del primer siglo y escuchas lo que ellos dicen acerca de lo que está pasando dentro del contexto de Palestina, obtenemos más información fuera de las Escrituras acerca de Juan que de Jesús. Solo hay dos o tres referencias, no muy claras sobre Jesús, de los historiadores seculares de aquel día; pero, Juan obtuvo fama nacional y renombre, y hay una razón para eso. Se debe a que su presencia era de suma importancia para sus contemporáneos, porque la voz de la profecía había estado en silencio, en Israel, por cuatrocientos años. Y, y si vemos la última página del Antiguo Testamento en los escritos del profeta Malaquías, la última página, el último capítulo, la última profecía del Antiguo Testamento registra estas palabras, Malaquías, capítulo cuatro, versículo cinco, «He aquí, yo os envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». 

Ustedes recordarán que, en el primer segmento del Polvo a la Gloria, vimos la preocupación de los profetas sobre el tema del día del Señor. Ese suceso futuro que sería un evento tanto del derramamiento del juicio de Dios y de traer la redención a los fieles. Y profeta tras profeta, en el Antiguo Testamento, habló acerca de este Día de la venida del Señor. Y la última profecía del Antiguo Testamento tiene que ver con el Día del Señor, pero tiene este detalle: que antes del Día del Señor, Elías vendría y entonces después de esa profecía, la voz de profecía cesa en Israel. Y no hay señal de Dios por cuatrocientos años para el pueblo, hasta que, de repente, del desierto cerca de Jerusalén, viene un hombre vestido en un atuendo tradicional típico del profeta ascético que vivía en el desierto, cuyo comportamiento y vestimenta son reminiscentes del Elías del Antiguo Testamento. Y viene proclamando la cercanía radical del reino de Dios. Su mensaje es simple: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado». 

Y las escrituras hacen referencia a las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías venidero, cuya aparición será proclamada por Elías y por aquel que sale y proclama que enderecen los caminos por la venida del Señor. Y así, de repente, Juan el Bautista aparece en escena con este mensaje radical del reino de los cielos, o del reino de Dios que se ha acercado. Ahora, noten la diferencia entre la predicción de la venida del reino de Dios que se encuentra en el resto de los profetas del Antiguo Testamento y como se distingue de la profecía de Juan el Bautista. En términos simples, los profetas del Antiguo Testamento estaban diciendo que el reino de Dios está viniendo algún día. Juan dice que está cerca y usa dos imágenes cruciales para hacer énfasis en la cercanía radical de la llegada del reino de Dios. Él dice, por un lado, «el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles». Ahora de nuevo, en la representación que había sido usada por los profetas del Antiguo Testamento para describir el Día del Señor, como este ocurriría con el Israel infiel, era un tiempo de poda, un momento de cortar ramas muertas y tirarlas al fuego. 

Ahora viene el profeta diciendo que «el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles». No es que el leñador está solo cortando la corteza exterior del árbol, sino que ha tomado el hacha y ha atravesado hasta el centro del tronco y la idea es que con un golpe más del hacha, y el árbol caerá derrumbado. La otra imagen, «el bieldo está en su mano». Ahora, a veces mal interpretamos esto; es decir, pensando como si alguien, en su jardín, está recogiendo con su bieldo las hojas de otoño mientras un viento frío corre por su rostro. No, el bieldo del que se habla aquí es un rastrillo, que es un instrumento utilizado por los agricultores judíos para separar la cizaña del trigo. Y la manera en que era hecho esto en el piso donde se rastrilla, donde el trigo y la cizaña están juntos en una pila, pero la cizaña al ser tan liviana, mucho más liviana que la substancia del grano que estuvo mezclado con ella, que todo lo que un granjero tenía que hacer para separar lo bueno de lo que no tenía valor, él no tenía que sentarse y poner sus manos en la pila y tratar de escoger el trigo y separar la cizaña; en realidad, todo lo que tenía que hacer era poner su gran rastrillo en la pila y tirar lo tomado al aire, y con el más mínimo viento, la más leve brisa de aire se llevaría toda la paja, como el hombre impío del que habla el salmista, a quien el viento repele y aleja. Y mientras la cizaña se va volando, luego el trigo caería directamente al suelo y el granjero podría así recogerlo y usarlo. 

Bueno, la imagen que Juan usa es la del rastrillo en su mano; es decir, el momento decisivo de separación de la crisis venidera está cerca. Entonces tenemos esta alarma encendida por este hombre, quien salió del desierto llamando a la gente al arrepentimiento. Juan hace algo más que es totalmente radical para su tiempo. Él sale y llama al pueblo judío a ser bautizado. En otras palabras, su ministerio está tan íntimamente conectado con su obra de bautismo que es conocido por el nombre «Juan el Bautizador», o «Juan el Bautista». Ahora, lo que hace que esto sea tan significativo es que en el Antiguo Testamento el pueblo judío, a fin de estar bien considerado y caer en gracia para con Dios, se le requería que creyera ciertas verdades del pacto y a los hombres se les requería que fueran circuncidados; es decir, que compartan la señal del pacto. Ahora, si un gentil se convertía al judaísmo y quería ser recibido en la comunidad judía, el gentil convertido tenía que pasar por tres ritos, bueno, o tres cosas. 

Primero, tenía que hacer profesión de fe en las verdades y las doctrinas del judaísmo. En segundo lugar, tenía que pasar por el rito de la circuncisión. Y tercero, tenía que pasar por lo que era llamado el rito del bautismo prosélito porque siendo gentil, era considerado un extranjero y un forastero del pacto, e inmundo. Entonces tenía, de alguna manera, que tomar un baño para ser limpiado antes de poder ser aceptado en la comunidad judía. Ahora, de repente, por primera vez en la historia judía, aquí viene un profeta judío, el cual viene al pueblo judío justo a las afueras de Jerusalén y les dice, «Tomen un baño». Ahora, esto era incendiario, provocador. Las autoridades de las instituciones religiosas en Jerusalén salieron al río Jordán y vieron lo que Juan el Bautista hacía y estaban furiosos. Y decían, ‘Tenemos a Abraham por padre, somos judíos, ¿qué quieres decir al requerir este rito del bautismo?’ Mientras que la gente de la tierra, el pueblo, voluntariamente se sometía a este rito, reconociendo que no estaban limpios. 

Y Juan se dirigió a las autoridades y les llamó serpientes y cosas peores, y básicamente lo que decía era, ‘Dios ha determinado un nuevo requerimiento para su pueblo porque el rey está a la puerta. Tu Mesías está por llegar y no están listos para él. Están impuros. Y antes de que llegue, ustedes deben tomar un baño. Bueno, pueden imaginar el escándalo y la controversia que esto provocó. Y leemos en el evangelio de Juan que una delegación fue enviada por las autoridades para interrogar a Juan sobre lo que estaba haciendo y lo vemos en el primer capítulo del evangelio de Juan. Leemos en el versículo 19, capítulo uno, «Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas de Jerusalén a preguntarle: ¿Quién eres tú? Y él confesó y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías? Y él dijo: No soy. ¿Eres el Profeta? Y respondió: No, Entonces le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? El dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’».

Ahora lo que es significativo, y también desconcertante en esto, es que las autoridades vienen a Juan el Bautista y le preguntan directamente, «¿Eres Elías?», y él dice, «No soy». Sin embargo, leemos estos comentarios que están registrados en el evangelio según Mateo en el capítulo diecisiete, versículo 10: «Y sus discípulos entonces Le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero? Y respondió Él, dijo: Elías ciertamente viene, y restaurará todas las cosas; pero yo os digo que Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que le hicieron todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos». Jesús dijo, «Elías vino, y ellos no le conocieron. Y estoy a punto de sufrir el mismo destino que él sufrió». Ahora, lo que Jesús insinúa aquí, en otro lugar lo deja bien claro cuando dice, «Y si queréis aceptarlo, él (Juan el Bautista) es Elías, el que había de venir». 

Ahora tenemos a Juan diciendo, «No soy Elías», y Jesús está diciendo: él es Elías, pero lo está diciendo de forma críptica y enigmática. Es como que Jesús está diciendo, en cierto sentido, Juan es Elías. Es decir, Juan cumple con la profecía del Antiguo Testamento en cuanto a Elías. La forma en la que esto se reconcilia, creo que se encuentra al inicio del Evangelio según San Lucas. En el momento en el que el ángel anuncia el nacimiento venidero de Juan el Bautista a Zacarías, él dice en el versículo trece: «No temas Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento. Porque él será grande delante del Señor; no beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo, aún desde el vientre de su madre».  

Permítanme comentar este pasaje porque más tarde, leemos que mientras María estaba embarazada ella visitó a Elizabeth, su prima, quien estaba embarazada hacía unos meses más que María, pero no había dado a luz a su bebé. Y cuando María visitó a Elizabeth se nos dice que el bebé en el vientre de Elizabeth saltó de gozo. Esto quiere decir que aun antes de que Juan el Bautista naciera, él dio testimonio de la venida de Cristo. Se nos dice aquí que él será lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre, y él volverá a muchos hijos de Israel al Señor su Dios, y también irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías. Luego una cita de Malaquías, «El hará volver los corazones de los padres hacia los hijos», y al desobediente hacia la sabiduría del justo, para preparar al pueblo para el Señor». Aquí está cómo Lucas resuelve el problema: Esto no es simplemente la resurrección de Elías, sino Elías ‘redividus’, es el avivamiento del ministerio profético de Elías, ya que Juan el Bautista ahora viene en el poder de Elías y en el espíritu de Elías cumpliendo la profecía de Malaquías de que antes de la venida del día del Señor, Elías regresaría.

 Ahora, obviamente, su misión más importante era dar testimonio de Jesús; y cuando lo vio venir al Jordán, él cantaba, el cantó el «Agnus Dei»: «He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Y le pide a Jesús que lo bautice, y Jesús dice, «No, vine aquí para que me bautices». Y Juan se muestra reacio, renuente a someterse a la orden del Mesías. Él dijo, ‘No entiendo esto, eres mayor que yo, tú deberías bautizarme’. «Y Jesús le responde a Juan y le dijo: Permítelo ahora; porque es conveniente que cumplamos así toda justicia». En tantas palabras Jesús le dijo, ‘¡Hazlo! ¡Confía en mí!’. Y entonces Juan bautiza a Jesús. ¿Por qué? Bueno, porque era necesario que Jesús obedeciera cada detalle de cada ley que fue impuesta sobre el pueblo de Dios, y Dios había impuesto ahora un nuevo requisito. Y aunque Jesús no tuvo pecado en sí mismo, para cumplir toda justicia se somete al bautismo de Juan. Esto es solo un esbozo corto de Juan el Bautista. Al pasar las páginas del Nuevo Testamento, verán con qué frecuencia se hacen alusiones y referencias a este hombre, su ministerio y su importancia en la historia de la redención.

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