Un Ministerio Centrado En La Palabra De Cristo
2 Corintios 2: 16b-17
“Y para estas cosas, ¿Quién es suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”
El verdadero ministro de Cristo, aquel que exhala el olor fragante del evangelio, llevando vida a los que creen, y olor de muerte para los que se mantienen en incredulidad, reconoce que esta capacidad de vida o muerte no depende en ninguna manera de él.
Nosotros no podemos dar vida a nadie, ni condenar a nadie en el infierno. Eso solo es potestad divina. Si nuestra predicación produjo conversión, no fue por nuestras palabras, ni por nuestra capacidad de persuasión, ni por nuestra personalidad arrolladora, ni por nuestra habilidad para exponer la Palabra; nada de eso, ninguno de los ministros somos suficientes o capaces de hacer esto. Es solo el poder de Dios ministrando a través del poderoso Evangelio, siendo sazonado por el poder del Espíritu Santo.
No obstante, Pablo se defiende delante de los carnales corintios que lo acusaban de ser un falso apóstol, un mercader de la fe. Por eso Pablo dice: No soy de esa clase de falsos ministros que trastornan el Evangelio, que lo falsifican evitando hablar de aquellas cosas que ofenden al orgullo humano.
Es interesante observar que la palabra griega usada por Pablo para medrar es tomada del mundo de los negocios en esa época. Los mercachifles eran comerciantes avaros y deshonestos que adulteraban sus productos usando materiales de baja calidad, y luego los hacían pasar como iguales a los de mejor calidad, vendiéndolos al mismo precio, obteniendo una ganancia extra, y luego se perdían para no caer en manos de la justicia.
Igualmente hacían algunos falsos ministros de Cristo, eran mercaderes de la fe, literalmente, traficantes de la Palabra de Dios.
Estos falsos predicadores itinerantes “vendían como mercancía un evangelio que no era más que agua, que sacaban su beneficio de ello, y luego se iban”.
Al parecer ya en tiempos de Pablo habían surgido muchos falsos ministros del evangelio, los cuales solo querían lucrarse de la Palabra de Dios, obviamente, falsificada. Luego, en el capítulo 11 el apóstol hablará de los falsos apóstoles que pululaban en medio de las iglesias plantadas por Pablo, los cuales eran “obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (v. 13). Muchos cristianos estaban fascinados con estos falsos apóstoles, a pesar de que ellos los esclavizaban, los devoraban, se apropiaban de sus bienes, se enaltecían sobre ellos.
Pero Pablo afirma categóricamente que el verdadero olor fragante del Evangelio que da vida, solo es exhalado por el poder de Dios en Cristo a través de los ministros fieles que son como Pablo, los cuales, predican la Palabra de Dios con fidelidad al Dios que representan. Ellos son embajadores de Dios, por lo tanto, en todo lugar lo están representando, así que ellos solo quieren hablar la Palabra de Dios, no la de ellos, no sus imaginaciones, no lo que la gente quiere oír, sino lo que Dios les quiere decir.
Los verdaderos ministros de la Palabra ejercen su oficio Coram Deo, delante de Dios como testigo, y departe de Dios, pues, él es quien nos envía. Por lo tanto, nuestra fidelidad es a Él, a su Palabra, a su propósito. No debemos fidelidad a una denominación, a un líder o a una institución. Dios nos llamó para ser ministros, Dios nos envió como ministros, por lo tanto, a Él y solo a Él rendiremos cuentas finalmente.
El Pastor Julio C. Benítez posee una Licenciatura en Filosofía, una Maestría en Estudios Teológicos y un Doctorado
en Ministerio. Ha sido pastor en la Iglesia la Gracia de Dios desde el año 2010, y por más de 15 años fue director del Instituto Bíblico Reformado de Colombia en convenio con el Miami International Seminary. Ha escrito varios libros: Las riquezas de Su gracia (Efesios), Cómo plantar iglesias bíblicas locales, la querra espiritual desde una perspectiva reformada, Cómo detectar a los faltos maestros (Judas); entre otros.
Actualmente colabora como presidente del Seminario Reformado Latinoamericano